Gracia y Verdad Para Cada Día
En Juan 6, las multitudes siguieron a Jesús no por quién era, sino por lo que proveía. Sus motivos quedaron al descubierto cuando buscaron más pan en lugar de creer en el Pan de Vida. Esta reflexión nos invita a examinar el corazón: ¿seguimos a Jesús por fe genuina o por interés propio?
La Biblia revela la naturaleza y el carácter de Dios. La omnisciencia es uno de Sus atributos divinos. Él es eterno, inmutable y soberano; nada está oculto de Su conocimiento.
Como creyentes, somos llamados a glorificar a Dios en todo lo que hacemos. Ya sea en nuestro trabajo, familia o vida diaria, cada acción cobra significado cuando se hace para Su gloria. Así como David derramó su corazón delante del Señor, también nosotros reflejamos a Cristo cuando vivimos con fidelidad, para que otros vean a Cristo en nosotros.
Filipenses 4:13 no es un llamado a alcanzar todo lo que deseamos, sino una declaración de contentamiento en Cristo. Pablo nos enseña que la verdadera fortaleza viene de confiar plenamente en el Señor, quien nos sostiene en toda circunstancia.
En Cristo somos hechos nuevos. Aunque las personas nos vean iguales por fuera, la realidad es que por dentro Dios nos ha transformado: nos ha dado un nuevo corazón, una nueva mente y una nueva identidad. El apóstol Pablo recuerda a los creyentes en Corinto que lo viejo ha pasado y lo nuevo ha venido. ¡Qué verdad tan maravillosa, que en Cristo ya no somos quienes éramos antes, sino una nueva creación para la gloria de Dios!
Los gatitos que aparecen en mi puerta me recuerdan que la creación refleja tanto la belleza del diseño original de Dios como la marca del pecado. Pero también apuntan a la esperanza en Cristo que todo será restaurado y reinaremos con Él en una creación renovada.
Dios creó al hombre con un propósito eterno. Reflejar su imagen, ejercer dominio y vivir en comunión con Él. El pecado manchó ese propósito, pero en Cristo encontramos restauración y esperanza para volver a caminar en su diseño perfecto.
Cristo es nuestro Abogado delante del Padre, intercede por nosotros y ofrece perdón cuando fallamos.
Israel en el desierto mostró incredulidad; este pasaje nos advierte a no endurecer el corazón.
Juan el Bautista preguntó por Jesús; la respuesta nos apunta a la obra del Mesías prometido.
Jesús enseñó a Nicodemo que sin un nuevo nacimiento del Espíritu nadie puede ver el Reino de Dios.
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“Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios”


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